Por primera vez en la historia, después de 17 años de mendicidad, nuestros hijos tienen un perro en Navidad. Y no cualquier perro, sino un perro pastor. A veces pienso que es la más bíblica de todas las razas de perros. Los perros pastores pueden enseñarnos mucho sobre el corazón del Buen Pastor porque estos perros fueron creados para pastorear. Sus personalidades son las que se esfuerzan por proteger a su rebaño, pero cuando no están trabajando, son almas amables. ¿Y no es como nuestro Jesús, que haría cualquier cosa (incluso morir en una cruz) para salvarnos, pero es el más amable con nosotros por ser Sus ovejas?
Lo que más me gusta de Juan 10:14 es la parte en la que dice: «Conozco a mis ovejas y ellas me conocen» (NLT). A veces, como cristianos, podemos entender que Dios nos conoce, pero nos cuesta creer que realmente podemos conocerlo. Pensamos que es demasiado grandioso para ser conocido. Y sí, en muchos sentidos, Dios seguirá siendo un misterio, pero eso no impide que lo conozcamos íntimamente.
Pienso en la rapidez con la que nuestro perro sabia nosotros y la conocíamos. Aprendimos sus patrones al pasar tiempo con ella, y pasó todo el día estudiando nuestros hábitos y observando cada uno de nuestros movimientos. Ha llegado a un punto en el que ni siquiera podemos terminar una frase antes de que su cola ya esté moviendo la cola y está a mitad de camino hacia la puerta porque sabe que vamos a decir la palabra «caminar» o «dar un capricho». Sabe cuándo venir, cuándo ir a su jaula y cuándo sentarse, todo porque se ha tomado el tiempo de estudiarnos y escuchar nuestras voces. Creo que si nos tomamos el tiempo para estudiar a nuestro Buen Pastor, en Su Palabra y en Su presencia, lo haremos conocer Él. No se tratará de si escuchamos a Dios correctamente, o de si somos amados o salvos, lo sabremos y seremos conocidos.
Qué buen pastor es Jesús que dio un paso más para conocernos verdaderamente íntimamente. Podría haberse quedado en el cielo y observarnos desde lejos, juzgando cada uno de nuestros movimientos. Pero, en vez de eso, eligió tomar nuestra forma, sentir lo que sentimos y crear una manera de llevarnos de regreso al Padre. En esta época navideña, recordemos que Él vino a conocernos personalmente y a pastorear nuestros corazones de la manera en que solo Él, nuestro Creador, puede hacerlo.