Cuando yo (Mark) era niño, mis padres me llevaron a la Caverna de Carlsbad en Nuevo México. Todavía recuerdo haber caminado por el sendero iluminado que se adentraba en la oscura caverna y haber visto todas las formaciones rocosas que colgaban del techo y se elevaban del suelo. Lo recorrí todo sin miedo, hasta que alguien apagó las luces. Nunca había conocido una oscuridad como esa. No podías moverte sin el temor de que un paso en falso pudiera significar un desastre. Después de varios minutos, el guía turístico encendió una pequeña linterna, y la forma en que ese pequeño rayo de luz disipó todo mi miedo fue increíble.
La palabra «luz» en las Escrituras es sinónimo de revelación y comprensión, mientras que «mundo» significa no solo «tierra» sino también un sistema de creencias que carece de Dios y mantiene cautiva a la humanidad. El mundo que nos rodea está lleno de oscuridad espiritual; las tinieblas de la depresión, la desesperanza y la incertidumbre hacen que sea casi imposible ver el futuro con esperanza. Pero cuando atravesamos la oscuridad —el dolor de las relaciones rotas, el miedo al futuro, la fragilidad de una mala salud o la pérdida de un ser querido—, es cuando más necesitamos a Jesús, la Luz del mundo.
La buena noticia es que, por muy oscura que sea, Jesús promete iluminar nuestro camino. El Salmo 119:105 dice: «Tu palabra es una lámpara para mis pies, una luz en mi camino» (NVI). No importa cuán oscura sea nuestra estación, Dios puede iluminarla y mostrarnos el camino a través de la oscuridad. A mi esposa, Sandy, le encantan las lámparas. A ella no le gustan mucho las luces del techo, es una chica de ambiente. Si entra en una habitación oscura, va directamente a por las lámparas. Me encanta eso de ella. Y su amor por la iluminación suave y acogedora se ha trasladado a su fe. Durante las épocas oscuras de incertidumbre, encuentra la manera de encender las lámparas de la fe.
Después de haber estado casados casi 45 años, hemos conocido algunas temporadas oscuras. Hemos atravesado tiempos tan oscuros que no podíamos ver el mañana. Es en esos momentos en los que nos manteníamos fieles a las promesas de Dios, por muy tenue que fuera la luz, con la esperanza de que amaneciera un nuevo día. ¡Y siempre hemos visto brillar la fidelidad de Dios! Hace años nos enseñaron a no dudar nunca en la oscuridad de lo que Dios nos mostró en la luz, porque Él es la fiel Luz del mundo.
Si bien Jesús es la «Luz del mundo», ¡también llama a la Iglesia por el mismo nombre! En Mateo 5:14 —16, Jesús dice: «Vosotros sois la luz del mundo... dejad que vuestra luz brille ante los demás, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (NVI). Al entrar en esta temporada de Adviento, seamos conscientes de quienes nos rodean. Nunca sabemos por qué están navegando. Reflejemos la luz del mundo en los lugares oscuros; hagamos brillar la luz de la esperanza, el cuidado y el amor en los corazones de las personas y dejemos que vean a Jesús en nosotros.